Remando en el corazón del Amazonas

Bienvenid@s a nuestra comunidad

Forme parte de algo grande, ¡únase hoy mismo!

SilviaGuitierrez

New member
Registrado
15 Ene 2025
Mensajes
2
Puntos de reacción
1
El sol empezaba a salir entre las ramas de los árboles, y coloreaba el cielo de un tono dorado. Yo tenía, 28 años y era una aventurera, estaba junto a la orilla del imponente río Amazonas, a punto de iniciarse en su primera experiencia de canotaje. Había leído y escuchado historias sobre este vasto ecosistema, lleno de vida y misterio, y ahora estaba lista para sumergirse en su esencia.


Junto a mi estaba mi guía, un hombre mayor llamado Tomás, que había navegado por el Amazonas durante más de tres décadas. Su piel bronceada y su mirada penetrante son un testimonio del afecto y de la admiración que le animaba por el río. “Recuerda, Silvia, este no es solo un río; es un ser vivo. Escucha lo que te dice, le aconsejó con una voz suave.

Me acomodó en la canoa y sintió la madera lisa bajo sus manos. Con un breve impacto de la pala, empezó a deslizarse por las aguas inmolares. A medida que avanzaban, el sonido del agua chocando suavemente contra el casco era como una melodía que acompañaba su travesía. Tomás mostró a cómo remar en forma correcta, y en poco tiempo se sentía más à jora, disfrutando de la suave ondulación del cano.

A su alrededor, la selva cobraba vida. El canto de los pájaros era una sonata, y los colores vivos de las flores eran una buena onda que les saludara desde el borde. Se asomó por un segundo, maravillado de la belleza que la gravita. “¿Alguna vez te has perdido aquí, Tomás?” preguntó, intrigada.

Tomás sonrió, su mirada perdida en el horizonte. “Sí, muchas veces. Pero perderse no siempre es algo malo. Es en esos momentos que realmente aprendes a escuchar y a observar. El Amazonas ha enseñado a cada uno de nosotros cómo encontrar el camino incluso en las situaciones más confusas, como si no existiese.

En la medida que seguían su viaje, un grupo de delfines rosa que saltó alegremente cerca de la canoa. No pudo contener la risa, porque me llenó de emoción. “¡Son hermosos!” exclamó. Tomás asintió, disfrutando de su entusiasmo. “Son los guardianes del río. Dicen que traen buena suerte.”

Después de remar durante algún tiempo, llegamos a un breve descanso en una pequeña isla. Allí nos acomodaron a reposar, envueltos en la exuberante vegetación. Tomás sacó una bolsita de yuca and un frasquito de miel que había traído. “¿Sabes? La miel de aquí es única. Las abejas se encargan de tomar el néctar de flores que solo se desarrollan en el Amazonas”, dijo mientras le daba algo a mí.

Cuando la probó pudo percibir que el dulzor se confunde con los sabores de la región, como si la llegada a cada bocado tuviera un significado. “Esto es delicioso,” dijo, sonriendo. “Es como si el río me hablara a través de la comida.


Si te ha inspirado esta historia y te gustaría compartir tu propia experiencia en el Amazonas o en otras aventuras de canotaje, ¡no dudes en comentarlo! Cada relato suma a la rica tapestry de nuestras vivencias y nos anima a seguir explorando.:love:
 

Miembros conectados

No hay miembros conectados.
Atrás
Arriba